Pueblo
Introducción
Los Matsigenka son un pueblo indígena u originario perteneciente a la familia lingüística Arawak. Parte de su identidad cultural lo constituye la estrecha relación con el territorio, el cual es considerado una fuente de vida pues provee diversos medios para la subsistencia, así como también son importantes todos los seres que lo habitan.
Otro punto resaltante sobre ellos es la convivencia dentro de su territorio con reservas territoriales y parques nacionales. En ese sentido, los Matsigenka son un grupo social heterogéneo compuesto por indígenas en diferentes grados de interrelación con la sociedad nacional (Fernández, 2020).
El territorio del pueblo Matsigenka se ubica en el sureste de la cuenca amazónica de Perú, en los departamentos de Cusco y Madre de Dios. Sus localidades se extienden desde la ribera derecha del río Apurímac, abarcando las cuencas del Alto y Bajo Urubamba hasta alcanzar el Manu y el río Alto Madre de Dios (Rosengren, 2004). Además de vivir en localidades, también existen familias Matsigenka en situación de aislamiento voluntario y contacto inicial, en la Reserva Territorial Kugapakori, Nahua, Nanti, así como en las cuencas de los ríos Camisea, Cashiriari, Paquiría y Timpía (Ministerio de Cultura, 2016). Por otro lado, también se pueden ubicar familias viviendo dentro del Parque Nacional del Manu (PNM). Aquí, a diferencia de otros lugares de su territorio, solo están permitidas las actividades económicas con fines de subsistencia y bajo el empleo de técnicas tradicionales (Fernández, 2020).
La zona habitada por los Matsigenka se considera como una frontera ecológica en tanto se extiende a lo largo de las laderas orientales de los Andes hasta zonas de bosque tropical, bosque húmedo semi-tropical y bosque de neblina en la ceja de selva. Estas características configuran el territorio de este pueblo como un espacio geográfico y ecológico excepcional debido a que alberga de los ecosistemas de mayor biodiversidad en el planeta. Así, por ejemplo, se han censado alrededor de 319 especies de aves y 300 tipos de árboles en una hectárea de bosque (Shepard e Izquierdo, 2003).
De acuerdo a la información contenida en la Base de Datos Oficial de Pueblos Indígenas u Originarios (BDPI), el pueblo indígena u originario Matsigenka cuenta con un total de 111 localidades pertenecientes a pueblos indígenas u originarios, de las cuales 57 cuentan con reconocimiento como comunidad nativa. De acuerdo a los Censos Nacionales 2017, la población de dichas localidades asciende a 18,933 personas aproximadamente. Asimismo, a nivel nacional, 5,982 personas se sienten o consideran parte del pueblo Matsigenka.
Otras denominaciones
- Machiguenga, Matsiguenga, Machiganga, Matsiganga
Tipo de pueblo indígena
Ámbitos territoriales con presencia tradicional
- Cuencas del río Madre de Dios, Mantalo, Picha, Sensa, Sinquireni, Urubamba y Yamariato, en los departamentos de Cusco, Ucayali y Madre de Dios
Historia
Pre-Colonial
Es poco lo que se conoce sobre la historia precolombina del pueblo Matsigenka. La existencia de petroglifos en su territorio, así como en otros lugares de montaña son indicio que el área ha sido habitada por un periodo prolongado; no obstante, aún no se ha podido determinar los autores de los petroglifos ni lo que representaban para sus creadores (Rosengren, 2004). Por otro lado, de acuerdo a la mayoría de mitos y leyendas recogidas sobre este pueblo, su aparición apunta al pongo de Mainique, en Echarate, Cusco, es desde ahí donde se habrían dispersado en varias direcciones (Barriales, 2007 citado en Fernández, 2020). Según Renard-Casevitz (1985), un punto importante sobre los antiguos Matsigenka fue su relacionamiento con los Incas y otras poblaciones andinas. Se presume que los primeros vínculos surgieron durante el gobierno del inca Cápac Yupanqui, puesto que el imperio se encontraba en intentos de dominar un territorio más extenso.
Si bien los Incas solo llegaron a conquistar algunas aldeas cercanas a los territorios habitados por los Matsigenkas, esto les permitió dominar geográficamente los bosques al norte del Cusco y entablar relaciones de intercambio con las poblaciones aledañas. La inclusión de palabras de origen quechua en la lengua Matsigenka, numerosos cuentos y mitos sobre el Inca, además de la tradición de tejer túnicas de algodón, serían las evidencias de la antigua relación comercial entre pueblos andinos y amazónicos. A esto se le suma otras evidencias como los caminos de piedra Inca, los cuales se extienden en el interior del territorio Matsigenka, atravesando la cordillera de Vilcabamba, la cuenca del Urubamba y la región de Cosñipata en el Alto Madre de Dios (Shepard e Izquierdo 2003). Posterior a la conquista, estos caminos también serían aprovechados por Manco Inca en la resistencia armada de Vilcabamba (Mayor & Bodmer, 2009).
Las relaciones de intercambio entre los Matsigenka y las poblaciones andinas se basaron en diversos productos. Mientras que ellos proveían coca, tabaco, pieles y plumas, recibían a cambio herramientas de bronce, sal y textiles. Asimismo, el intercambio no se habría limitado a las poblaciones andinas, sino también, se realizó con poblaciones ubicadas en la selva baja (Shepard e Izquierdo, 2003).
Colonial
El territorio Matsigenka llamó la atención de los colonizadores tempranamente. Después de que tomaran el Cusco, las historias sobre la riqueza que albergaba la ciudad conocida como “El Dorado” o “Paititi”, impulsó a varios españoles en búsqueda de fortuna en las tierras bajas tropicales. Sin embargo, no sería hasta el siglo XVII en que se produciría un ingreso más sostenido con las misiones evangelizadoras. En ese sentido, los contactos entre los antepasados de los Matsigenka y la colonia, fueron aún esporádicos. Por ejemplo, en el año 1571 se producen encuentros entre españoles e indígenas a partir de la persecución del Inca Túpac Amaru I en el valle de Vilcabamba, así como también a partir de las expediciones de exploración, como la de Martín García Loyola en el año 1572. Asimismo, también destaca la expedición dirigida por el jesuita Cristóbal de Quevedo en 1715 (Mora & Zarzar, 1997).
Hacia el siglo XVII la Compañía de Jesús se estableció en el norte de Cusco, donde emprendieron plantaciones de azúcar y haciendas en el Alto Urubamba, hecho que permitió el financiamiento de sus escuelas. Posteriormente, entre los años 1768 y 1798, serían secundados por las misiones dominicas, quienes tomarían posesión de las antiguas haciendas jesuitas. Después, para 1802, también habría incursiones de la orden franciscana en el territorio Matsigenka (Fernández, 2020).
Los misioneros se adentraron en la zona por medio de reemplazar a los Incas en el intercambio de objetos, de esta manera, introdujeron diversos utensilios que eran de interés para las poblaciones amazónicas. Particularmente se relata la importancia del intercambio en la hacienda misional Cocabambilla, (actual pueblo de Echarate) aunque esta no constituyó un núcleo para la expansión de misiones (Rosengren, 2004). Salvo las dinámicas de trueque donde se transaba niños indígenas y la presencia de epidemias en la zona, poco es lo que se sabe sobre los impactos de la vinculación entre los Matsigenka y los españoles. Asimismo, pese al establecimiento de los religiosos, varios investigadores están de acuerdo en que los Matsigenka no despertaron un interés particular en la empresa misional por lo no se incidió con fuerza en su evangelización hasta el siglo XIX (Shepard e Izquierdo, 2003).
Las explicaciones sobre este desinterés son de diversa índole. Por un lado, se habla de las dificultades que surgieron para evangelizar a los Matsigenka por su asentamiento disperso y lejano. Esto representó un gran gasto económico y en tanto las misiones debían dar cuenta del número de personas que lograban convertir al cristianismo, el pueblo Yine significó una mejor opción para los religiosos (Fernández, 2020, Varese, 2006; Rosengren, 2004). El aislamiento de la zona también se relaciona con el levantamiento de Juan Santos Atahualpa; sin embargo, es poco lo que se conoce sobre el impacto y la participación Matsigenka en esta insurrección (Ministerio de Salud, 2006).
República
En el año 1847, el descubrimiento de la corteza de la zarzaparrilla, destinada para la fabricación de quinina -tratamiento de la malaria- llevó a nuevas olas de colonización dentro del territorio Matsigenka. A partir de aquel momento, comenzaron a emerger otras economías en base a la extracción de productos de la selva como la cascarilla o caucho, lo que con el transcurso del tiempo generó la instalación de haciendas y casas de comercio a lo largo del Urubamba, desde el Cusco hasta Loreto. En el sur, la consolidación de haciendas cusqueñas se logró a partir de productos como la coca y en el norte, el incremento de la extracción del caucho impulsó el ingreso al territorio Matsigenka por vía fluvial. El auge económico; sin embargo, trajo graves consecuencias para la población indígena, los cuales experimentaron altas tasas de mortalidad, así como ocasionó la dispersión y el refugio de ellos en zonas más aisladas (ILV, 2006; Ministerio de Salud, 2006).
A lo largo del siglo XIX, los Matsigenka fueron forzados a participar en las haciendas como mano de obra esclava. Informaciones de dicha época relatan cómo mujeres y niños eran vendidos en ferias, práctica que se mantuvo por varias décadas y se consolidó hacia el siglo XX. El boom en torno a la exportación de las gomas destinadas a elaborar caucho instaló consigo a los “barones del caucho” y casas de comercio, las cuales impusieron su dominación sobre la población local hasta el siguiente siglo. Desde 1880 y hacia el siglo XX, muchas familias Matsigenka fueron víctimas de las “correrías”, las cuales eran expediciones en búsqueda de esclavos para integrarlos al trabajo en el caucho. De igual manera, se instalaron sistemas de endeudamiento donde se prestaba dinero o entregaba bienes a los indígenas, de tal manera que la deuda generada no pudiera saldarse y se vieran obligados a trabajar en el caucho (Baer, 1994). Además de las precarias condiciones que vivieron aquellos años, la expansión de enfermedades como la viruela, el sarampión, la fiebre amarilla y la gripe mermaron a los Matsigenka, es así que se estima que el 60% de la mano de obra indígena del Manu pereció durante aquellos años. Los Matsigenka aún mantienen en su tradición oral y memoria los relatos sobre aquellos años, entre ellos, un punto que destaca es la valentía y resistencia de sus antepasados (Rosengren, 2004).
Para 1917, el auge del caucho llegó a su fin, haciendo que la mayoría de extranjeros abandonaran el territorio del Manu. Ante este panorama los Matsigenka buscaron aislarse en los afluentes y cabeceras de los ríos, mientras que otros quedaron establecidos a lo largo del Urubamba. Paralelamente, desde inicios del siglo XX también comenzó un progresivo retorno de las misiones a la zona del Alto Urubamba y Madre de Dios. Este segundo ingreso provocó grandes cambios en el pueblo Matsigenka, siendo que se establecieron misiones católicas en puntos estratégicos a lo largo de los ríos Urubamba y Madre de Dios. De esta manera, su funcionamiento se desplegó como centros de comercio y núcleos importantes de colonización, asimismo, es recién con esta segunda entrada que consolidó recién la evangelización del pueblo Matsigenka (Rosengren, 2004; Shepard e Izquierdo, 2003).
En el año 1930, debido a la expansión de haciendas dedicadas al cultivo de té, café y coca en el Alto Urubamba y en el Alto Madre de Dios, se impulsó también la construcción de carreteras que penetraron el territorio Matsigenka, lo que entabló un flujo de contacto constante entre este pueblo indígena y otros actores foráneos. Dichos medios de comunicación establecieron nuevas olas de colonización, que como resultado dejó a muchos grupos indígenas reducidos en islas rodeadas de colonos. Esto tuvo un impacto importante en el aprovisionamiento de recursos naturales, los cuales con el tiempo se hicieron insuficientes (Mora & Zarzar, 1997; Ministerio de Salud, 2006).
Durante la década de 1950, una de las transformaciones más importantes en la historia del pueblo Matsigenka fue la llegada del Instituto Lingüístico de Verano (ILV), quienes comenzaron su trabajo en la región de Camisea y posteriormente se moverían hacia las cabeceras del Manu. El cambio más importante que surgió a partir del contacto entre los Matsigenka y el ILV fue el asentamiento de familias que vivían dispersas en núcleos denominados comunidades. Inicialmente, el interés de la población indígena para seguir al ILV fue el aprovisionamiento de mercancías valoradas; tales como cuchillos de metal, hachas, vestimenta y servicios de salud. Sin embargo, con el pasar del tiempo, la educación formal y bilingüe se transformó en una de las principales necesidades y demandas de este pueblo indígena u originario (ILV, 2006; Shepard e Izquierdo, 2003; Baer, 1994).
El establecimiento de personas alrededor de las escuelas bilingües del ILV sentó las bases durante las décadas de 1960 y 1970 para la creación de reservas y comunidades nativas. Varias de las solicitudes que se formularon durante dichos años llegaron a la titulación en 1974, con la vigencia de la Ley de Comunidades Nativas. A partir de entonces, el número de comunidades Matsigenka fue creciendo progresivamente.
En los años siguientes los hechos de violencia del Conflicto Armado Interno en el Perú, representaron una grave amenaza para los pueblos Matsigenka y Yine; sin embargo, a diferencia de otros pueblos indígenas u originarios ubicados en la selva central, los alcances de este proceso fueron muy pocos en la zona donde se encontraban (Davis, 2002). En su lugar, lo que sí cobraría gran importancia para los pueblos indígenas de Cusco y Madre de Dios fue el desarrollo de actividades de explotación de hidrocarburos a partir de la década de 1980. En el año 1983 se firmó contrato con la empresa Shell, la cual operó hasta 1988 y se retiró temporalmente hasta 1996. De igual manera, la empresa Chevron inició sus acciones hacia 1990 donde se realizó estudios y la perforación de cinco pozos. A finales de los años 90 también tuvo la presencia de la compañía Phillips Petroleum, la cual estuvo en la zona circundante al proyecto Camisea. El impacto inmediato de todas estas empresas fue una mayor afluencia de movimiento comercial, así como de trabajadores (MINSA, 2006).
Durante la década de los 90 y hacia la entrada del siglo XXI, los Matsigenka han atravesado diversos procesos donde destaca la organización política por medio de organizaciones y federaciones. Esto ha surgido como respuesta ante presiones sobre el territorio, así como el impacto de diversas actividades en la salud de este pueblo indígena. De esta manera, algunas organizaciones que resaltan son el Consejo Matsigenka del Río Urubamba (COMARU), la Central de Comunidades Nativas Matsigenka (CECONAMA), así como la Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes (FENAMAD).
Un hecho importante en el año 2003 fue la creación de la Reserva Comunal Machiguenga, la cual representa un área natural protegida y busca garantizar la conservación de los afluentes del río Urubamba, desde las cumbres del lado oriental de la Cordillera de Vilcabamba. De igual manera, hacia la actualidad, los Matsigenka también se encuentran en el Parque Nacional del Manu, espacio desde donde se busca el impulso del ecoturismo como alternativa de desarrollo.
Expresiones Culturales
- Festividades y Celebraciones
El pueblo Matsigenka, de forma similar a otros grupos de la familia lingüística Arawak, ha desarrollado celebraciones que giraban en torno al consumo de la bebida tradicional: el masato.
Desde tiempos antiguos, este pueblo indígena u originario celebraba fiestas del masato, las cuales constituían eventos claves en la vida social. Estos espacios consistían en la elaboración de grandes cantidades de la bebida a base de yuca, la cual se tomaba de forma fermentada. Los integrantes de las localidades se reunían en un ambiente de compartir y celebraban tomando masato hasta que ya no quedara nada. Los participantes de la fiesta del masato asistían con su mejor vestimenta y con pintura corporal de color rojo, negro-azulado o combinando colores (Baer, 1994).
Diversos autores coinciden en que la fiesta de masato cumplía la función social de unir al grupo, pero también de develar tensiones. De esta manera, la toma de masato fermentado congregaba a las personas y durante sus interacciones contribuía a suavizar las relaciones sociales entre vecinos, pero también en algunas ocasiones contribuía a desinhibirse y manifestar conflicto o desacuerdo, cumpliendo también una función catártica (Rosengren, 2004; Shepard e Izquierdo, 2003; Baer, 1994). Asimismo, las fiestas del masato no solo eran ocasión de intercambio con los humanos, sino también con los no humanos, puesto que se celebraban con fines de recibir la visita de los espíritus saangarite.
Las fiestas eran una ocasión alegre para la representación de danzas y canciones por medio del uso de instrumentos musicales locales como las flautas de pan o los tambores. También se aprovechaba el momento para contar mitos, cuentos y la historia local (Shepard e Izquierdo 2003). Por otro lado, los hombres con talento para la oratoria realizaban duelos verbales denominados hantavage'ronúsi, “decir por gusto”. Aquí se solían lanzar indirectas, las cuales apelaban a los valores de la paz social entre vecinos puesto que los contrincantes no debían tomarse personalmente lo declarado (Baer, 1994).
Manifestaciones Artísticas y Artefactos Culturales
Los Matsigenka se caracterizan por los vastos conocimientos sobre el espacio donde habitan y por el desarrollo de artefactos a partir de materiales que el mismo medio provee. Si bien con el pasar del tiempo varios objetos de fabricación industrial han pasado a reemplazar los artículos de uso cotidiano, en algunas comunidades se sigue fabricando objetos, los cuales, además, se destinan a la venta como artesanía (Rosengren, 2004).
Tal caso ha sido el de la cerámica. Antiguamente los Matsigenka elaboraban vasijas y ollas por medio de manipular y cocinar la arcilla. Progresivamente con el tiempo, la introducción de ollas de acero reemplazó la antigua indumentaria, por lo que es poco común encontrar mujeres que sigan elaborando o conozcan las técnicas para hacer cerámica. Parte de la cultura material que sí continúa vigente es la elaboración de telares, los cuales son utilizados usualmente para fabricar cushmas.
Por otro lado, parte de la indumentaria Matsigenka también lo conforman artefactos fabricados de palma. En las familias es común encontrar las esteras o shitachi, la cual se asemeja a alfombra o también es usada como un colchón donde se suelen echar a dormir las personas. De igual manera, también es común la elaboración de cestos para el transporte de diversas cosas así como de cernidores hechos de tejer fibra de palma (Carrasco, 1970).
Vestimenta y Trajes Tradicionales
En el pueblo Matsigenka la vestimenta tradicional se denomina cushma o manchakintsi. Consiste en una tela larga, la cual es vestida a modo de túnica y es usada tanto por hombres como mujeres de todas las edades.
La cushma es una prenda elaborada por las mujeres, quienes le dedican sus ratos libres o aproximadamente una hora del día. La fabricación de las cushmas puede ser una labor de varias semanas, especialmente al inicio, donde se pasa a convertir los copos de algodón en hilos que poco a poco se van hurdiendo en telares. La cushma es una vestimenta usada en el cotidiano, aunque también se elaboran cushmas que se usan solo en ocasiones especiales. En las familias todos los miembros suelen poseer al menos una, siendo el número ideal de cushmas aproximadamente unas tres. Así, se destina una cushma vieja para el trabajo en la chacra y en el campo, otra para el uso diario y otra cuando amerite una ocasión especial. Es por dicho motivo que antiguamente cuando se trataba de una familia extensa siempre había una mujer mayor hilando para hacer cushmas a los más pequeños (Johnson, 2003).
Los diseños de las cushmas varían entre hombres y mujeres. Los primeros usan telas con rayas verticales la cual es unida dejando un cuello en forma de “V”, mientras que en las mujeres las cushmas son con telas de rayas horizontales y el cuello recto. De igual manera, tradicionalmente las mujeres adornaban sus vestimentas con cáscaras de nuez, semillas, plumas y huesos (ILV, 2006). Por otro lado, al igual que en otros pueblos indígenas u originarios, en la actualidad las cushmas han pasado por variaciones, siendo el principal cambio la elaboración de cushmas a partir de telas industriales, como el tocuyo.
Además de las vestimentas, tradicionalmente los Matsigenka empleaban otros complementos en su vida cotidiana como la pintura corporal o algunos ornamentos. En relación al primer punto, tanto hombres y mujeres pintaban sus caras con la tintura roja que deja el fruto del achiote. Este era mezclado con grasa, lo que permitía una mejor adherencia y fragancia. Por otro lado, otro tipo de tintura usada en este pueblo también era el color negro que se obtenía de la planta conocida como huito (Carrasco, 1970).
En relación al segundo punto, los hombres Matsigenka solían utilizar como parte de su vestimenta coronas hechas de madera. En estas también se podía apreciar plumas de aves como el paujil trenzadas con hilos de algodón. Su uso casi siempre era durante alguna ocasión especial o ceremonia. Para el caso de las mujeres, parte de su apariencia antiguamente era llevar el cabello corto con un cerquillo el cual era alisado por medio del uso de peines hechos de espinas. Asimismo, también se usaban el curique, el cual consistía en una pieza de plata o de semilla que se portaba a manera de adorno en la nariz (Carrasco, 1970).
Lengua
- La lengua matsigenka (ISO: mcb) pertenece a la familia lingüística Arawak, es hablada por el pueblo Matsigenka y se encuentra en estado vital. Los resultados de los Censos Nacionales 2017 indican que 6,629 personas aprendieron a hablar en su niñez en la lengua matsigenka. Para mayor información, se recomienda la revisión de la Ficha de la lengua matsigenka y el Mapa Sonoro Estadístico de Lenguas Indígenas u Originarias del Ministerio de Cultura.
Cosmovisión y sabiduría ancestral
Mitos, dioses y visiones del mundo
La cosmovisión Matsigenka, al igual que otros pueblos indígenas u originarios de la selva central, ha mantenido tradicionalmente la concepción del mundo humano como parte de un universo donde hay niveles superiores e inferiores de existencia y donde habitan diversos seres y dioses (Rosengren, 2004).
En ese sentido, el universo es concebido a partir de cinco niveles. El lugar habitado por los humanos se denomina Kipatsi, y se encuentra en medio de las otras dimensiones. Hacia el cielo y en la parte de arriba está el mundo denominado Menkoripatsa y más arriba de este se ubica el Inkite, el cual es hogar de divinidades como Tasorintsi, el dios creador. Los seres que habitan los mundos superiores son seres alegres y de buen carácter, aunque también se puede encontrar algunos dioses peligrosos como Katsivorérini, el cometa.
Debajo del mundo de los humanos también se ubican otros niveles como el Kamaviria, el Apavatsatsetara y el Gamaironi, los cuales son la antítesis de los mundos de arriba, puesto que se encuentran habitados principalmente por demonios y monstruos. Asimismo, se cree que los seres de los mundos inferiores se encuentran tristes y descontentos, pese a que trabajan arduamente, en esas tierras no crece la yuca por lo que les falta el alimento principal (Fernández, 2020).
Además, también existe la creencia de que todos estos mundos se encuentran conectados por un río cósmico que va desde el Inkite hasta el Gamaironi. En los mundos superiores, los seres de arriba se bañan en el río, lo que les permite rejuvenecer y ser inmortales. En el mundo humano, el río cósmico está asociado al Urubamba, el cual en lengua matsigenka recibe el nombre de Eni o Omandre Eni, “el río” o “el gran río” respectivamente (Rosengren, 2004). Los seres de los diversos mundos pueden transitar por el universo mientras que los humanos solo tienen dicha capacidad por medio de los sueños.
Por otro lado, el funcionamiento de estos mundos, así como elementos de la cultura Matsigenka son explicados a través de relatos míticos, los cuales muestran la interacción entre dioses y humanos (Renard-Casevitz & Dollfus, 1988). Siguiendo esa línea, el origen de las cosas y el hombre es narrado a partir de la competencia entre los dioses Tasorintsi y Kentivákori.
Cuenta la historia que en un tiempo anterior existían los cinco mundos, pero en estos no había ningún tipo de vida, solo los dos dioses creadores. Un día Tasorintsi descendió al Kipatsi donde se encontró con Kentivákori. Al conocerse, el primer personaje retó al segundo a demostrar su poder y los seres que era capaz de crear. Kentivákori, queriendo crear un humano, tomó polvo y luego de frotarlo en sus manos sopló, pero en lugar de lo que se había propuesto, de su creación salió un sapo. Al contemplar esto Tasorintsi le dijo que él le mostraría cómo hacerlo correctamente. De esta manera, juntó polvo en sus manos y al soplar salió un hombre.
Por más que Kentivákori lo intentó, con cada soplo solo aparecían objetos y seres inferiores. De esta manera, los Matsigenka le atribuyen a este dios la creación de todas las cosas imperfectas como los suelos infértiles, las cataratas y remolinos, los árboles sin fruto, las palmeras espinosas, así como también, la creación de seres foráneos como los blancos y las poblaciones andinas. Por el contrario, Tasorintsi, además de crear a la humanidad, se le atribuye la invención de todo lo bueno y hermoso. Es por ese motivo que los humanos de aquel tiempo eran seres perfectos que no conocían el hambre, la enfermedad o la muerte. Por aquel entonces no había conflictos, todos vivían en armonía y satisfechos (Rosengren, 2004).
De igual manera, el estado de imperfección en el que vive la humanidad en la actualidad también es explicado con otro mito. Se cuenta que un día un humano le habló a Tasorintsi y le pidió convertirse en un ser mortal, susceptible a sentir hambre, enfermar y demás características que implica la condición humana. Al escuchar esto, Tasorintsi, furioso y herido por la ingratitud de su creación le concedió todos los defectos y decidió abandonar el Kipatsi llevándose consigo todas las creaciones perfectas. Después de este evento, las personas aún tenían una conexión con los seres y mundos de arriba por medio de una liana que los conectaban; sin embargo, al ver cómo los humanos se tornaron problemáticos, los espíritus saangarite la cortaron (Baer, 1994).
Por otro lado, en relación a las visiones sobre la muerte y el destino de las personas, los Matsigenka contemplan la creencia donde la muerte no está separada de la vida y es parte de un continuum donde el alma, suretsi, deja el cuerpo, ivatsa y pasa a integrarse a otro plano de la existencia. Las prácticas de luto Matsigenka también comprenden ciertos criterios como permanecer estoico, no llorar y reprimir en gran medida el dolor ante la muerte de un ser querido, puesto que los muertos aún permanecen algunos días buscando sus pertenencias y queriendo llevarse también a sus seres queridos a la tierra de los muertos. El periodo de duelo tiene como objetivo proteger a los vivos del fantasma de los muertos. Es por ese motivo que también, antiguamente, los familiares del fallecido se afeitaban la cabeza y se la pintaban con tinte rojo o negro, con la esperanza de poder disfrazarse del fantasma. Otro tipo de práctica también era el abandono de la vivienda donde vivía el muerto ya sea temporal o permanentemente (Izquierdo & Shepard, 2004).
Mundo espiritual y seres no humanos
Según Rosengren (2004), para los Matsigenka, distintos elementos del medio que los rodea constituyen una sola dimensión de su mundo. Es decir, suelos, flora, fauna y demás topografía están dotados de cierta agencia, la cual permite, en cierto punto, entablar relaciones sociales con ellos. Lo que desde una perspectiva occidental se distingue como el mundo “sobrenatural”, desde el punto de vista Matsigenka, constituye parte de su ontología y de su experiencia cotidiana. Es de esta manera, que este pueblo indígena traza una especial relación con el territorio en que habita, puesto que se reconoce como parte de este a diversos seres espirituales, los cuales ejercen influencia sobre los seres humanos.
De acuerdo a los mitos de origen del pueblo Matsigenka, tradicionalmente los seres que habitan este mundo se clasificaban no bajo la dicotomía “bueno/malo”, sino de acuerdo al grado de perfección que poseen. Esto representa una evocación a la historia de Tasorintsi y Kentivákori, quienes crearon todo lo “bueno” y todo lo “malo”, siendo los humanos un intermedio en toda esta creación. Con esto, nuestro mundo está habitado por seres de gran perfección, estos espíritus son referidos comúnmente como saangarite, que es el plural de saankari, “aquellos que son puros”.
Los saangarite son concebidos como criaturas perfectas que aborrecen todo lo impuro, además, su presencia es considerada de mucho provecho entre los Matsigenka puesto que ejercen un rol de protección contra los demonios o espíritus malignos. Estos seres habitan en la parte alta de las montañas; sin embargo, los indígenas los llaman por medio del uso del tabaco, al igual que del uso de plantas, invenkikis, que representan la comida principal de los espíritus. Los Matsigenka tienen mucho respeto por estos espíritus, en ese sentido, evitan algunas zonas altas, por temor y respeto de los saangarite. Ellos son muy celosos de su privacidad y si algún humano llega a fastidiarlos, no tardan en llegar terribles consecuencias (Rosengren 2004; Baer, 1994).
Por otro lado, al igual que se data de espíritus perfectos, los Matsigenka también ubican en este mundo espíritus malignos o demonios, los cuales reciben el nombre de kamagárini. Estos seres están asociados a la muerte, la destrucción y la imperfección. Las personas describen que poseen un aspecto físicamente deforme, asimismo, son peludos, tienen un olor desagradable; y principalmente, la característica más exagerada es en relación a los geniales donde los kamagárini hombres cuentan con miembros enormes mientras las kamagárini mujeres resaltan por poseer vaginas con dientes (Rosengren, 2004).
De igual manera, el término kamagárini también es contemplado como una forma genérica de denominar a diferentes seres malignos. Entre estos están los impositoni, seres con apariencia de hombres desnudos, los cuales viven en los remolinos llevándose consigo a quienes pasan cerca de sus hogares. También están los katsongátiri, quienes, con aspecto similar a los Matsigenka, deambulan por la noche y capturan a los indígenas que encuentran en el bosque para obligarlos a trabajar en sus chacras (Rosengren, 2004).
Conocimientos y prácticas tradicionales
Los Matsigenka se distinguen por el despliegue de gran variedad de conocimientos médicos, los cuales incluyen a sus propios especialistas y tratamientos. Aquí, al igual que el caso de otros pueblos indígenas u originarios, destaca el uso de plantas medicinales las cuales se encaminan a curar afecciones físicas, psicológicas y espirituales (Sherpard e Izquierdo, 2003).
En la sociedad Matsigenka la salud es concebida a partir del verbo shinetagantsi, el cual significa “estar feliz”, “ser productivo”, “estar bien alimentado”, por lo que también funciona como una antítesis de “estar enfermo”. Gozar de salud es algo profundamente relacional, por lo que implica una armonía entre el estado físico, emocional y espiritual. Muchas veces los indígenas identifican que cuando alguien cae enfermo es porque algún espíritu o algún brujo le ha producido daño. De esta manera, así como los humanos tienen como presa a los animales y los cazan, estos también pueden estar en un orden predatorio con los espíritus, los cuales pueden “cazar” a los humanos y el efecto directo es la enfermedad. (Izquierdo & Shepard, 2004).
Las manifestaciones de las enfermedades son diversas sintomatologías como fiebre, diarreas, a la par del cambio de conducta como dejar de ir a la chacra o permanecer recostado. Es a partir de este evento que las familias recurren a diferentes repertorios y especialistas. Por un lado, entre los Matsigenka se encuentra generalizado el uso de plantas medicinales, las cuales suelen ser preparadas por los abuelos o abuelas de las familias en forma de brebaje con fines de aliviar los síntomas. Las plantas medicinales o ivenkikis ocupan un lugar importante en la sociedad Matsigenka, muchas familias se aseguran de contar con diversos insumos en sus chacras o huertos con fines de atender cualquier tipo de malestar. Las plantas incluso, son usadas de forma preventiva, especialmente en los niños y recién nacidos, a fin de que los espíritus malignos no les puedan hacer daño en tanto representan aún seres muy vulnerables (Araujo, 2017).
Por otro lado, este pueblo indígena cuenta también con especialistas, quienes no solo se encargan de lidiar con las afecciones sino con el espíritu causante de estas. Tal es el caso del seripigari, quien cura principalmente por medio del uso de tabaco. Los seripigari en la actualidad han reducido su número y popularidad; sin embargo, en tiempos pasados ocuparon un rol muy importante no solo como curanderos sino como parte de la organización política.
Convertirse en seripigari no era tarea fácil, para lograrlo debían pasar un estricto entrenamiento, el cual podía durar varios años. Los jóvenes aprendices eran instruidos por un maestro quien le enseñaba las técnicas para alcanzar el conocimiento de los espíritus. De esta manera, los serpigari pasaban por dietas que les prohibían comer carne de ciertos animales, el consumo de sal así como las relaciones sexuales. De manera complementaria ingerían plantas maestras como el tabaco o la ayahuasca, lo cual les permitía entrar en un estado de trance. Es durante este momento que los seripigari lograban entablar conexión y relacionarse con los espíritus saangarite. Quienes tras evaluar su poder y capacidad, los llevaban con otros seres sobrenaturales y les mostraban diversos conocimientos (Rosengren, 2004; Izquierdo & Shepard, 2004).
En tal sentido, el Estado peruano ha declarado mediante Resolución Directoral Nacional N° 836/INC-2008 a los conocimientos y usos tradicionales del Ayahuasca como Patrimonio Cultural de la Nación, practicados por las comunidades nativas en el ámbito amazónico y como garantía de continuidad cultural de los pueblos indígenas u originarios.
Finalmente, así como existen los seripigari, quienes son los chamanes buenos, también existen los chamanes malos o brujos, quienes usan su poder para el mal. Ellos, por medio de maleficios o pactos con demonios mandan enfermedades o incluso pueden provocar la muerte de las personas. La mayoría de Matsigenkas explican que la brujería se fundamenta en la envidia, idea que refuerza la necesidad de vivir armoniosamente tanto con los vecinos como con los espíritus (Izquierdo & Johnson, 2007).
Identidad
Autodenominación y otras denominaciones
Hasta el siglo XIX, si bien el conocimiento sobre el territorio Matsigenka era limitado, las menciones a este pueblo indígena u originario se realizaban con frecuencia en los documentos coloniales y republicanos. De esta manera, se observa que algunos de los nombres adscritos fueron “andes”, “antis”, “chunchos” y “manaríes”, todas correspondientes a denominaciones de afuera, probablemente de origen andino (Rosengren 2004). Con el pasar de las décadas, los Matsigenka también fueron agrupados dentro de la categoría “campa”, al igual que otros grupos de la familia lingüística Arawak. Esta denominación fue expandida por la orden de franciscanos, quienes hasta finales de siglo tuvieron a su cargo la evangelización de la zona.
Es recién a partir del siglo XX, que las misiones dominicas expanden el etnónimo Matsigenka, palabra que en su idioma quiere decir “seres humanos”, “gente” o “persona”. “Matsigenka” es una referencia al ser humano en general y en su sentido más amplio, a aquellos que poseen almas o espíritus de forma humana (Shepard e Izquierdo, 2003).
De igual manera, a los Matsigenka que se encuentran en situación de aislamiento y contacto inicial se les ha referido como “kogapakori” o “kugapakori”, lo cual, en realidad, correspondía una apelación peyorativa cuyo significado era “asesinos, gente que vive y mata”; sin embargo, hacia la actualidad, estos grupos han tomado el nombre de Nanti (Shepard e Izquierdo, 2003; BDPI, s.f.).
Participación en relación al Estado
- Participación en procesos de consulta previa
A nivel nacional, las siete (7) organizaciones nacionales representativas de los pueblos indígenas y originarios han participado de la implementación de cinco (5) procesos de consulta previa:
● Proyecto de Decreto Supremo que aprueba la Política Sectorial de Salud Intercultural.
● Propuesta del Reglamento de la Ley Forestal y Fauna Silvestre.
● Propuesta de Resolución Ministerial que aprueba el Plan Nacional de Educación Intercultural Bilingüe.
● Propuesta de Reglamento de la Ley de Lenguas Originarias.
● Propuesta del Reglamento de la Ley Marco sobre Cambio Climático.
Además, el pueblo Matsigenka, de manera específica, ha participado de tres (3) procesos de consulta previa:
● Propuesta de Resolución Presidencial que prueba la propuesta de modificación de la zonificación contenida en el Plan Maestro de la Reserva Comunal Amarakaeri 2016-2020.
● Proyecto de Decreto Supremo que autoriza la suscripción del contrato de licencia para la exploración y explotación de Hidrocarburos en el Lote 175.
● Proyecto de Decreto Supremo que autoriza la suscripción del contrato de licencia para la exploración y explotación de Hidrocarburos en el Lote 191.
Para conocer más sobre estos procesos, visite el portal web de Consulta Previa en: http://consultaprevia.cultura.gob.pe/
Participación en espacios de difusión cultural
La Feria Nacional de Artesanía Arte Nativa (ARTE NATIVA), organizada por la Dirección General de Artesanía del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (MINCETUR) es un espacio de difusión cultural en el que participan representantes del pueblo Matsigenka.
La Feria ARTE NATIVA fortalece la valoración de los talentos, habilidades, conocimientos y técnicas, además de promover el trabajo colaborativo, la protección del medio ambiente, la interculturalidad y la generación de alianzas entre todos los actores del sector artesanal. De tal manera, los expositores del pueblo Matsigenka presentaron productos culturales en bisutería, fibra vegetal y pintura en las ediciones del 2017, 2018 y 2019.
Por otro lado, el Programa para la salvaguardia del arte tradicional peruano “Ruraq Maki, hecho a mano” , articulado por la Dirección de Patrimonio Inmaterial, el Museo Nacional de la Cultura Peruana, el Proyecto Qhapaq Ñan y las Direcciones Desconcentradas de Cultura, todas ellas instancias del Ministerio de Cultura, es otro espacio de difusión cultural en el que participan representantes del pueblo Matsigenka.
En ese sentido, Ruraq Maki, hecho a mano, es uno de los esfuerzos públicos para el registro, la investigación y la difusión del arte popular tradicional. Para la organización de cada edición se convoca la participación de artistas populares tradicionales de todas las regiones del país quienes, a través de su arte, mantienen vigentes prácticas tradicionales y ancestrales, muchas de las cuales se remontan a períodos prehispánicos. De tal manera, los expositores del pueblo Matsigenka presentaron productos en bisutería artesanal, cestería y tejido con tintes naturales y algodón nativo.
Bibliografía
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Lengua
-
Matsigenka
Descripción general
La lengua matsigenka: ISO (mcb) pertenece a la familia lingüística Arawak y es hablada en la cuenca de los ríos, Urubamba, Sensa, Picha, Yamariato, Mantalo, Yavero, Madre de Dios y otros, en los departamentos de Cusco, Madre de Dios, Ayacucho y Lima.
Tipo de lengua
- Amazónica
Variedades geográficas
Según el Ministerio de Educación (2018), la lengua matsigenka presenta variedades regionales en el Perú: matsigenka del Bajo Urubamba (Cusco), matsigenka del Alto Urubamba (Cusco) y matsigenka del Manu (Madre de Dios).
Familia Linguística
- Arawak
Población que tiene la lengua como lengua materna
Son 6,629 las personas que aprendieron a hablar en la lengua matsigenka.
Grado de vitalidad de la lengua
Según el Ministerio de Educación (2018), el matsigenka es una lengua vital.
Situación de su escritura
La lengua matsigenka cuenta con un alfabeto oficial establecido mediante Resolución Ministerial Nº 303-2015-MINEDU, del 12 de junio del 2015, con 22 grafías: a, ch, e, g, i, j, k, ky, m, n, ñ, o, p, r, s, sh, t, ts, ty, u, v, y; además existen 82 instituciones educativas de Educación Intercultural Bilingüe (EIB) registradas al 2013.
Intérpretes y traductores registrados
Actualmente, en el marco de la implementación de la Ley N° 29735[1] (Ley de Lenguas), el Ministerio de Cultura ha registrado a catorce (14) intérpretes y traductores del matsigenka, cuatro (4) intérpretes de la lengua y dos (2) traductoras. Trece de ellos dominan las variedades Cusco y siete, la variedad Madre de Dios.
Pueblos que hablan la lengua
Bibliografía
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